abril 27, 2013

Película del día...

The Place Beyond The Pines - Dereck Cianfrance , 2012

Lo habíamos dejado allí a Dereck Cianfrance, entre los fuegos artificiales y las tiernas lágrimas de una criatura inocente. Aquel "Blue Valentine" que a tres años de distancia nunca ha dejado de decirnos algo. Me parece un buen punto de partida, donde la última película del director estadounidense regresa a especular sobre la magnitud del drama familiar contemporáneo. "The Place Beyond The Pines", desea confirmar de alguna manera ciertos temas, aferrandonse una vez más a una atmósfera impregnada de realismo y prácticamente jamás aburrida. A través de sus personajes y situaciones, Cianfrance trata desesperadamente quitar la cáscara de aquella verdad que se esconde detrás del malestar de uno o más núcleos familiares. Procediendo hacia atrás, en un intento de capturar las causas de ciertas distorsiones, sin señalar con el dedo a nadie en particular.
Una premisa necesaria, la mía. Una clave de lectura que se impone de manera espontánea, obligandonos a ver en "Blue Valentine" y "The Place Beyond The Pines" una especie de díptico preferiblemente codificado en cuanto al ámbito en torno al cual giran ambas historias. Ambientación privilegiada, una vez más, aquella New York y zonas limítrofes que en el fondo son ya expresión de la decadencia, de la falta de cohesión, de un latente pero profundo vacío. Suburbios desconectados, aparentemente abandonados a sí mismos, en donde más que vivir se sobrevive. Este es el escenario representado por Cianfrance, que una vez más se encomienda a una historia decididamente básica, aunque desparramada durante un período de tiempo bastante amplio. Escamoteo, este, imprescindible para la profundización del fenómeno en cuestión, en lugar de los distintos protagonistas.

Luke Glanton (Ryan Gosling) es un joven stuntman que viaja por todo el país siguiendo un largo elenco de shows. Un día, de una manera totalmente fortuita, mientras actuaba en Schenectady, descubre que Romina (Eva Mendes), una chica con la que tuvo una breve liaison el año anterior, ha dado a luz a un niño. De escenario simple, por lo tanto, Schenectady se convierte en una especie de morada temporal: Luke tiene la intención de dedicarse por completo del niño, como de la madre. Él sabe lo doloroso que es crecer sin un padre, y es por esto que no pretende privar de su presencia al pequeño Jason. En este caso son los detalles que hacen la diferencia. Cianfrance logra ser romántico, pero nunca cursi, aspecto que podemos deducir gracias a los diferentes senderos de la historia, como cuando el tierno retrato de un padre improvisado pasa a través del deseo de compartir con el propio hijo algo, no importa que cosa, siempre y cuando sea la primera vez: "¿cómo? ¿nunca ha probado un helado?!". Todas estas medidas que deben ser vistas a la luz de la doble naturaleza de sus personajes, y en particular de los dos padres en estas circustancias. Sí, porque una vez más el director originario del Colorado excava en la ambigüedad de ciertas figuras paternas, padres imperfectos, pero a pesar de todo, padres.

Luke, con ese aire atónito, totalmente a merced de su ambición de ser padre pese a no poder cuidar ni siquiera de sí mismo, se encuentra a estrellarse contra una realidad que lo desanima, lo obstaculiza, lo rechaza, hasta que esta no consiga ventaja. De modo que el padre novato elige el camino más extremo, es decir atracar bancos, anulandose por amor de ofrecer a su hijo lo que él nunca tuvo. Ninguna toma de posición, ningún juicio eminentemente moral, sólo la cruda cotidianidad de un hombre que lo intenta, contra todo y contra todos. Sin estar allí a sentenciar sobre las acciones, a primera vista despreciables, ni mucho menos sobre los propósito. A Luke es puesto enfrente de manera casi perfectamente especular el personaje de Avery Cross (Bradley Cooper), cuyo encuentro con el motociclista le cambiará para siempre la vida. Después de una hora exacta, "The Place Beyond The Pines" cambia perspectiva drásticamente. Como evidencia el hecho de que sus personajes no son más que un medio y no el fin, Cianfrance opta por algunas elecciones arriesgadas, pero a fin de cuentas necesarias. Si en "Blue Valentine", sin embargo, había brillado su inspiración en cuanto a cómo había llevado a cabo un determinado discurso, esta vez la historia se desenreda sin mayores digresiones: ninguna superposición de planos temporales, más bien unos cuantos saltos. El ritmo diegético no se ve afectado, procediendo como una línea recta, sin interrupción o licencias.

La sincera dramaticidad de la primera hora, da paso a una "segunda parte" más rígida, un segundo acto que parece replegar tímidamente sobre los tonos de un "Prince Of The City" de lumetiana memoria; notable inspiración, salvo que, claramente, no es allí donde Cianfrance pretende dirigirse. Es así que, "The Place Beyond The Pines" se convierte en un drama en tres actos, cada uno encabezado por un sujeto físico. Deseando, es esta la solución final adoptada por el autor, así como la alternancia de los dos estratos temporales lo es en "Blue Valentine": el primero se centra en Luke, el segundo en Avery y el tercero ... bueno, basta con deciros que también hay un tercer acto. Sólo entonces la parábola de los Glanton puede tener sentido, y sólo de esta manera se puede apreciar la profundidad de una secuencia "dividida" en donde a bordo de una motocicleta, corriendo por una carretera asfaltada y sin fin, el verdadero elemento de conexión es/son  el/ los conductor/es del  vehículo de dos ruedas. Un recorrido de una nostalgia inefable, en fin, que va llevado a cabo juntos, pero separadamente. El estilo visual de Cianfrance tiene los mismos elementos básicos de la película anterior: primeros/primerísimos planos, atención por el espectador guiada por el enfoque variable, planos con objetos en el medio, para aprisionar y esconder los actores, persecuciones (mayormente en estilo catatónico-Van Sant que nervioso-Dardenne). Sin embargo, encontramos también nuevas fascinantes insercciones. En primer lugar, el director demuestra ser muy competente en las persecuciones por carretera, donde se arriesga victoriosamene en largos planos secuencias capturados por las cámaras posicionada sobre verdaderos medios que van a gran velocidad, con un efecto de realismo significativo. En la segunda parte hace un uso de la luz bastante intenso y anti-realista, con los ambientes que pasan del día a la noche reflejando el tono de la narración. La banda sonora, por otra parte, es de Mike Patton y no es necesario añadir algo más. No faltan, por consiguiente, buenos momentos para los ojos y para los oídos.

Pero, una vez más, sería engañoso centrarse exclusivamente en los contenidos explícitos. Sí, porque Cianfrance trabaja, y tanto, con lo no dicho, con lo que se recaba pero que es representado con una eficacia extrema. La utilización de ciertos cantos gregorianos, de los cuales está rodeada la película, añaden un toque vagamente metafísico cuya culminación es tocada por un sensato y apropiado "Miserere" de Allegri. La pruebra de los actores es admirable, especialmente la de Ryan Gosling, que en versión "padre amoroso" es realmente sorprendente: los gritos ahogados durante los atracos, el aire constante de resignación. El personaje que en un principio parece calcar su papel en  "Drive" para después alejarse con extrema habilidad y con tocante sensibilidad, el actor canadiense "vive" una parte sentida, física y desesperada, capaz de entrar inmediatamente en los ojos y en los corazones de los espectadores ("causa" aquella destreza habitual y una predisposición natural), lo cierto es que llena la pantalla como pocos, de manera potente y profunda. Bradley Cooper prosigue en la búsqueda de papeles exigentes en películas que lo desenganchen de un imaginario poblado por noches salvajes y prestaciones alcohólica-cómicas, y, después de la excelente prueba en "Silver Linings Playbook" reitera su (inesperada) versatilidad. Posee una intensidad que no es inmediatamente reconocible, pero con el paso de los minutos te das cuenta de que está completamente inmerso en la historia, aferrado con fuerza al flujo de los efectos - visuales, sonoros, emocionales - que Cianfrance forja maravillosamente. Ben Mendelssohn, Ray Liotta y Eva Mendes convencen plenamente al igual que los jóvenes Dane DeHaan (fenomenal) y Emory Cohen.

La de Luke Glanton es una de las tantas historias de padres que no saben serlo y que en cierto momento de sus vidas deciden cambiar el curso, secundando algunos peligros con el fin de alcanzar el objetivo codiciado, lleno de obstáculos, tales como la naturaleza desea. Pero ¿Hasta dónde puede empujar la codicia por el dinero? ¿Cuánto influirá sobre los hijos la herencia de un padre que no ha sido capaz de mantener un equilibrio en su vida? ¿Cuánta sangre seguirá fluyendo en las calles y en los hogares de las familias antes de que los hechos encuentren un equilibrio sereno?. Estas y otras preguntas son colocadas por Cianfrance al interior de la cinta, mostrando una madurez envidiable en la construcción narrativa del guión de su película, guión escrito a tres manos con la colaboración de Ben Coccio y Darius Marder. "The Place Beyond The Pines", reflexiona sobre familia, tiempo y relacione, sobre las responsabilidades de los padres y sobre el legado de loshijos. Pero es sobre todo una obra que reflexiona sobre un lugar: un escenario que tiene su propio ADN y su propia historia. Cuando en el lugar más allá de los pinos la verdad se abre paso en el fango de los viejos días de lluvia, hay quienes susurran de haber visto el fantasma de Luke corriendo sobre su moto por las calles desiertas y secundarias de Schenectady, New York . Pero hay, también, quienes aseguran de que se trate solamente del hijo, solo, contra un mundo, pero sobre las notas mágicas de Bon Iver.

Valoración : 9 / 10


En dos palabras : Después de "Blue Valentine", Dereck Cianfrance interviene nuevamente en el drama familiar americano contemporáneo. A través de la historia de unos personajes totalmente diferentes pero sorprendentemente similares, dentro de un marco transgeneracional en donde las culpas de los padres recaen sobre los hijos. Una película sobre la ambigüedad de la paternidad en la actualidad, así como sobre las posibles implicaciones, y sobre la venganza ... Una cinta que vibra y penetra en profundidad, hecha de carne y entrañas, colorada de negro y rojo, expuesta a la interperie claroscural del alma. Una obra extraordinaria, que ya reclama un lugar en la historia del cine.

abril 04, 2013

Película del día...

Spring Breakers - Harmony Korine , 2012

Ostentación, provocación, eyaculación. Son los elementos básicos del arranque metanfetamínico de la quinta obra de Harmony Korine. El primer montaje, después de los títulos de crédito iniciales chabacanamente florales, despliega un travelling de figuras femeninas en exposición: senos y culos firmes mal contenidos en bikinis diminutos, ombligos, insinuaciones sexuales, guiños y pestañeos, músculos marcados, cerveza y bebidas alcohólicas en cantidad. Otra ronda y las formas incontenibles explotan ante el ojo de la cámara, pezones erectos, cuerpos sensuales aceitados, mojados de agua salada, que se entretienen en  juegos alcohólicos que gustan tanto a los jóvenes americanos, a medio camino entre el intento de aumentar los efectos de la borrachera y la pesante provocación a fondo sexual - la cerveza salpica fuera de las latas y las chicas beben como si fuera la pantomima de un set porno. Son sólo unos pocos minutos, pero ya se encuentra todo el sifnificado del exceso, del deseo de vivir en una fiesta exclusiva y sin fin.

Esta feria de la carne es la imagen estereotipada de la "Fiesta de Primavera" (Spring Break), diez días de descanso de las clases donde los universitarios pueden ir a divertirse en las playas más buscadas, como aquellas de Florida. Las cuatro protagonistas, compañeras de universidad, sueñan desde hace tiempo unas vacaciones de este tipo para relajarse y darse a la juerga que deben ocultar o reprimir: Brit (Ashley Benson), Candy (Vanessa Hudgens) y Cotty (Rachel Korine) pasan de una fiesta a otra, beben y se drogan, mientras Faith (Selena Gomez) se esconde detrás de una fachada de chica buena, uniéndose a grupos de jóvenes católicos. Las chicas a pesar de no haber ahorrado dinero suficiente, no se rinden a la idea de quedarse en casa otra vez y deciden subir la apuesta, arriesgarse para obtener el máximo rendimiento: hacer un atraco. La secuencia podrá parecer tan inverosímil como la realización excitante: el atraco al fast-food es rodado en un plano secuencia donde la cámara de Korine se mueve alrededor de local y, junto a la chica-automovilista seguimos la escalation de las riot-girl. Si no hay, el dinero debe ser obtenido de la manera más fácil, tan fácil como jugar a un videojuego, rápido e indoloro como una película de Hollywood. Y la fiesta puede comenzar.

Harmony Korine es el cantor de la inocencia de la América. Sus historias, llenas de drogas, suciedad y "aburrimiento" son a menudo retratos despiadados y honestos de las personas perennemente en contacto con la violencia, que se encuentra profundamente arraigada en el humus de una nación, contaminando incluso los suburbios. El autor siempre ha estado cerca de sus personajes y, a pesar de sus gestos a veces extremos, siempre ha probado una empatía absoluta por ellos. Korine no es cínico, aunque si a primer impacto podría parecerlo, y los que le acusan de astucia nunca se han dado cuenta de la grande valentía que posee, y no han entendió la sana provocación que se encuentra detrás de su discurso sobre la América. El montaje juega con pretericiones y elipses repentinas, es humoral e impredecible como las protagonistas y sigue la deriva de las atracciones eisensteinanas. La anti-narración impuesta por el realizador americano derrumba cualquier pretexto para el espectador desprevenido a un bombardeo audiovisual de esta magnitud, tan potente que se ve obligado a reducir la velocidad, a tener que encaminarse a través de los rangos del gangster movie. Que el cineasta californiano no tenga miedo de transgredir los límites del sentido común y el buen gusto se había intuido ya desde sus primeras obras ("Gummo" y la dogmática "Julien Donkey-Boy"), pero con este último trabajo Korine confirma de haber regresado a su estilo corrosivo y abrasivo, después de la melancolía simple de "Mister Lonely" (2007).  La languidez melancólica es la sensación que se respira en la película y es a través de la nostalgia ambigua por esta generación perdida que Korine hace de "Spring Breakers" una balada nihilista y desesperanzada.

La escritura arriesgada que no cae en compromisos se refleja en la fusión de formas diferentes, en el mundo en donde cada uno de los aspectos, ya sea de los acontecimientos como de los personajes, son contados y comentados a través de las imágenes sin ninguna autocensura. El final de los juegos es advertido por una baja resolución digital que derrite las formas perfectas de los alborozadas "breakers" para después ser confirmado narrativamente por el blitz policial que manda a la cárcel a las jóvenes fiesteras. Aquí sale de la penumbra Alien (un histriónico y fenomenal James Franco, con  dientes de oro y rastas), gangsta-rapper que, a la espera de tener éxito como cantante, ha probado todos los trabajos ilegales: es un traficante de drogas y vive su sueño. "Look at my sheeet! This is fuckin' American dream" exclama saltando en la cama y mostrando a sus amigas, "toda su mercancia", es decir, vestuario, coche y mansión dignas de un gran boss, dinero y armas en cantidad. Es aquí que el escapismo de la primera parte se convierte en una  inquietante metáfora sobre las implicaciones de una sociedad enferma desde la raíz, sin moral alguna, cuya ingenuidad se ha transformado en avaricia rapaz. El sueño americano ya no es siquiera el "gangsterismo" visto como núcleo subversivo respecto a la sociedad (como el de la Grande Depresión) o a un aparato contra el Estado, sino aquel despreocupado e infinito "spring break" donde se puede obtener todo sin esfuerzo ni preocupaciones:  y el mantra de las chicas capitaneadas por Alien no puede ser que "Spring break, spring break, spring break forever!".

Junto al montaje, la otra poderosa arma en la composición audiovisual es el sonoro y el soundtrack: en el primer tema se destacan las voces en off de las protagonistas que se cuentan, anuncian acciones, denuncian sentimientos personales y tergiversan sí mismas (Varias veces son filmadas mientras hablas por teléfono con los padres y el montaje desenmascara siempre sus palabras, tiernas y amorosas, mostrando las celebraciones desenfrenadas en donde se divierten y las hazañas criminales en las que participan). La banda sonora construida por el DJ Skrillex y  por Cliff Martinez tiene un pico de total compenetración en la escena en la que Alien toca al piano "Everytime" de Britney Spears, sobre el fondo de una puesta de sol de postal a orilla del océano, un videoclip verdadero, que destruye los clichés de aquello que para Korine es la "Britney Spears-Generation", ya que las imágenes montadas analógicamente con la canción cantada no tienen nada de empalagoso o meloso, son atracos a otros jóvenes en vacaciones, donde las chicas en bikini cubren su rostro con un pasamontañas de color rosa. El traje de Barbie se ha convertido en un uniforme, transformado en un status exactamente como el coche de carreras, las armas, los paquetes de cocaína: fetiches de la América de hoy en día.

"Spring Breakers" no es una película para todos, ha dividido público y crítica, y se está convirtiendo rápidamente en un cult absoluto, gracias a su maravillosa confección, que te deja literalmente pasmado. Sin lugar a dudas una de las visiones más viscerales y explosivas en lo que va de año: un asalto frontal al imaginario "candoroso" de los jóvenes americanos que quieren construir un futuro en la sociedad contemporánea (ultrajante y genial el uso de Vanessa Hudgens y Selena Gómez, niñas actrices que han construido la propia imagen en el candor de las películas y show de Casa Disney). Entre colores fluorescentes, luces dañadas de neón y puestas de sol dignas de "Miami Vice", la epopeya de una juventud que quiere vivir sin límites es la exposición del exceso y del kitsch, ya que es el único lenguaje expresivo capaz de coger una idea tan borderline y tan difícil de capturar sin que el desagrado consiga oscurecer la claridad de esta forma de pensar sobre el cine. Aplausos a Harmony Korine por haber escogido de recorrer un camino tan accidentado y por haber permanecido siempre en pie.

Valoración : 8.5/ 10


En dos palabras : Anti-narrativa, elíptica, oscura, incómoda e inquietante, "Spring Breakers" es una misa de réquiem del sueño americano en colores fluorescentes y ritmo  hip-hop. Una película que asesina brutalmente (dos veces) el sueño americano del éxito y de la pertenencia, a balazos. El último trabajo de Harmony Korine en su ser dopado y exagerado, es una reflexión lúcida y afilada sobre el horror de una realidad que se encuentra, literalmente, patas arriba.

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